
Sir John Robertson (1816-1891) fue cinco veces primer ministro de Nueva Gales del Sur, Australia, entre los años 1860 y 1886.
El primer ministro vivía en la bahía de Watson y todos los días, cada mañana y cada noche, montado sobre su caballo recorría las siete millas que serparaban su vivienda de la sede de la asamblea legislativa en Sydney.
Pero este político era diferente en muchos aspectos. Le encantaba el ron, algo que notaban los asistentes a la Asamblea Legislativa, que notaban en él un fuerte olor a licor. De él se dijo que su “voz (fue) la más fuerte, su lenguaje el más violento y sus actitudes las más distorsionadas”.
Cada día, antes de embarcarse en su largo viaje de vuelta a casa, el primer ministro Robertson compraba tres litros de ron en el King Street Tea Room de Sydney.
El primero de ellos se lo bebía allí mismo. El segundo se lo daba a su compañero de viaje, su caballo, y el tercero lo vertía en sus botas altas de montar para, según él, evitar que el reumatismo llegará a su cuerpo.