La Moda de Utilizar Lunares para Ocultar la Viruela

La viruela es, en estos momentos, una enfermedad eliminada de nuestra sociedad que era causada por el virus de la variola. El último caso data de 1977, pero durante el siglo XVII esta enfermedad temible que desfiguraba el rostro, asoló Europa.

Cada epidemia mataba a millares de personas y dejaba a otras muchas con cicatrices permanentes ocasionadas por las ampollas que producía la enfermedad, y que alteraban las facciones. La mayoría de la población europea tenía, en mayor o menor grado, señales de la viruela.

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Los lunares postizos, en forma de estrellas, lunas crecientes y corazones -y de los que se lucía hasta una docena a la vez, consiguieron una popularidad inmensa como medio para desviar la atención de las marcas de viruela.

Estos lunares, de seda o terciopelo negro, se colocaban cerca de los ojos, junto a los labios, en las mejillas, en la frente, en el cuello y en los pechos. Los utilizaban tanto los hombres como las mujeres.

Según todos los relatos, el efecto era ciertamente desorientador, y en Francia se les dio el significativo nombre de mouche, que significa “mosca”.

Se utilizaban cajitas con repuestos y se las llevaba a las cenas y los bailes. Estas cajas eran pequeñas y poco profundas, con un diminuto espejo en la tapa, y pueden considerarse como las predecesoras de la moderna polvera.

El uso de los lunares postizos condujo a la creación de un lenguaje silencioso aunque bien claro. Un lunar junto a la boca de una mujer señalaba deseo de flirtear; el lunar en la mejilla derecha anunciaba que la mujer estaba casada, y en la izquierda que estaba prometida; y junto a un ojo pregonaba una pasión incandescente.

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En el año 1796, desapareció la causa patológica que dio origen a los lunares postizos. Un médico rural inglés, Edward Jenner, puso a prueba su teoría de la vacuna contra la viruela aplicando su descubrimiento a un niño de ocho años.

Tras la inoculación se presentó una forma benigna de la enfermedad, y el chiquillo no tardó en verse aquejado de una leve erupción.

Cuando ésta cedió, Jenner le inoculó una nueva dosis de la peligrosa viruela, pero esta vez el paciente no acusó síntoma alguno: había quedado inmunizado.

Al difundirse rápidamente la vacuna en toda Europa, se consiguió extinguir la enfermedad y los lunares postizos pasaron de ser un artificio para disimular imperfecciones, a convertirse en un requisito de la cosmética.

Desde ese momento los lunares se dibujaron con lápiz, y las lujosas cajitas de lunares postizos se utilizaron como polveras.