
Catalina, esposa de un judío converso que vivía en León, sentía una verdadera pasión desde niña por el arroz y ella misma lo recomendaba como el remedio para todos los males.
La mujer cayó enferma y rechazaba todos los alimentos, haciendo oídos sordos incluso a su plato favorito y del que tanto había cantado sus alabanzas.
De la insistencia de su marido en hacerle probar dicha “medicina” y de ella a negarse viene la frase !Que si quieres arroz, Catalina!