En el siglo XVIII un artículo de la Constitución Nacional inglesa decía:
“Todas las mujeres que sedujeran y llevaran al matrimonio a los súbditos de Su Majestad mediante el uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y relleno de caderas y pechos, incurrirían en delito de brujería, y el casamiento quedaría automáticamente anulado”.