Los romanos se lavaban los dientes con orines y los más apreciados de todos eran los de los españoles.
Hay que pensar en el recorrido que tenían que hacer las micciones de nuestros antepasados para llegar a su destino. Guardar primero el líquido hasta la llegada del comerciante que lo compraba, envasarlo en ánforas debidamente precintadas y, embarcarlas luego en navíos de cabotaje que tardaban uno o dos meses hasta llegar a Roma.
Si los romanos luego lo mezclaban o no con algún perfume o algo que atemperase la peste que se puede suponer que exhalaba tal dentífrico no esta claro.
La pregunta es por qué eran mejores los de los nuestros antepasados que el de otras regiones del mundo.
