Elmyr De Hory, Falsificador de Picasso

De Hory (Dory-Boutin según el registro civil húngaro o Elmyr von Houry, L. E. Raynal, Louis Cassau según los contratos con galerías de arte) nació en el seno de una familia adinerada que no impidió que fuera deportado por los nazis al ser homosexual y judío.

Escapó de los nazis y, acabada la guerra, trató de hacer valer su maestría como pintor en París, pero descubrió que sus labores como falsificador de Picasso le reportaban mucho más dinero.

Vendía los cuadros haciéndose pasar por un burgués que había heredado las obras de su familia. Los tratantes de obras de arte así lo creían y lo pagaban con gusto.

Recorrió medio mundo y se hizo bastante querido como restaurador artístico en Estados Unidos (aunque pocos sabían de sus dotes como falsificador: Modigliani, Matisse, Renoir habrían encontrado en Elmyr a un discípulo perfecto), en 1951 el alcalde de Nueva Orleans le entregó la llave de la ciudad y le nombró ciudadano honorífico; en 1955 vendió una falsificación de Matisse al prestigioso Fogg Art Museum de la Universidad de Harvard.

Los cientos de reproducciones que dejó tras de sí supusieron el inicio de una investigación por parte del FBI: se enfrentaban al más perfecto y fecundo falsificador del siglo XX. Así que un amante suyo, Fernand Legros, le propuso un negocio perfecto:

Elmyr pintaría y Legros cobraría. Legros y Lessard, escamotearon la mayor parte de los beneficios y dejaron lo justo a Elmyr para que no muriera de hambre en su casa de Ibiza. Finalmente encarcelaron a Legros y Lessard por fraude, y a Elmyr por homosexual.

Eran los años sesenta y de Hory no había pintado un sólo cuadro en España. El reconocimiento vino con la excarcelación: entrevistas, biografías y la película de Orson Welles Fraude. Incluso retomó la creación original, y disfrutó de un relativo éxito a finales de los sesenta.

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En 1976 fue hallado muerto en su casa: la justicia francesa lo requería por varios delitos y él se encontraba muy viejo como para pasar el resto de sus días en una cárcel. El misterio de su entierro hizo sospechar a numerosos biógrafos de que su muerte fue la última y más grande falsificación de su vida.

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