
Es probable que todo sucediera en Roma a finales del siglo XV, en el año 1490, cuando el Papa Inocencio VIII (Génova, 1432-Roma, 1492), Papa desde 1484 (elegido en 1484 gracias a las intrigas del vicecanciller Borgia, que le sucedería después bajo el nombre de Alejandro VI) a 1492, posible padre de Cristóbal Colón (esto merece otro artículo) ordenó realizar un censo de la ciudad.
Al parecer este censo tuvo un resultado que nadie esperaba o sí. En Roma, la ciudad centro del catolicismo, el centro de las creencias cristianas, vivían “únicamente” seis mil ochocientas prostitutas, cortesanas y concubinas. Pero lo que más llama la atención es que todas ellas, en cuerpo y en alma, estaban al servicio del clero romano.