A lo largo de la Historia, ha habido muchos impostores y en algunos casos el suplantador que fue descubierto se hizo aún más famoso precisamente por su excentricidad, hablamos de Norton I, Emperador de Estados Unidos y México. Norton I, Emperador de Estados Unidos y México.
En realidad se llamaba Joshua Norton y había nacido en 1819, no se sabe muy bien si en Inglaterra o Sudáfrica. Lo cierto es que llegó a la Bahía de San Francisco a raíz del descubrimiento de oro de 1848.
En principio no le iban mal las cosas, de hecho era un hombre bastante prospero en los negocios, y se dedicaba a la especulación en el mercado del arroz, aprovechando la ingente cantidad de chinos que habían empezado a llegar a California.
El caso es que tuvo mala suerte, y al cabo de unos años acabó arruinándose completamente. Este estado de ruina total le provocó una locura mental (o no), y en 1859 se autoproclamó Emperador de Estados Unidos y México.
Esto que en principio parece una locura, le supuso una forma imaginativa de salir de la quiebra, porque a partir de entonces y sorprendentemente se convirtió en una persona respetada y famosa.
Norton I envió el siguiente anuncio a los periódicos:
“En la petición y el deseo perentorio de una gran mayoría de los ciudadanos de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton, antes de la Bahía de Algoa, del Cabo de Buena Esperanza, y ahora por los pasados 9 años y 10 meses de San Francisco, California, me declaro y proclamo emperador de estos Estados Unidos; y en virtud de la autoridad de tal modo envestida en mí, por este medio dirijo y ordeno a los representantes de los diferentes Estados de la Unión a constituirse en asamblea en la Sala de Conciertos de esta ciudad, el primer día de febrero próximo, allí y entonces se realizarán tales alteraciones en las leyes existentes de la Unión como para mitigar los males bajo los cuales el país está trabajando, y de tal modo justificar la confianza que existe, tanto en el país como en el extranjero, en nuestra estabilidad e integridad.”
Autoproclamado emperador, su siguiente decreto anunciaba la disolución del congreso y la destitución del presidente a causa de la corrupción. A partir de ahora gobernaría él.
El Emperador Norton I se paseaba por las calles ataviado con un elegante traje imperial que hacía honor a su distinción. Se dedicaba a inspeccionar las alcantarillas y a comprobar el correcto funcionamiento del horario de autobuses.
Entre las medidas que tomó durante su mandato estableció una multa para todo aquel que se refiriese a la gloriosa ciudad de San Francisco con el vulgar nombre de Frisco. También impuso un impuesto semanal a los tenderos y bancos. Lo curioso es que casi todo el mundo pagaba.
El Emperador era un hombre querido por sus súbditos. Era invitado a comer y a todas las representaciones teatrales. De hecho, se comenta que nadie se sentaba hasta que llegaba a su asiento.
Cada domingo iba a una iglesia distinta para no causar problemas de celos entre las distintas comunidades. En una ocasión, fue detenido por vagabundear. La gente montó en cólera y el Emperador fue liberado y se le pidieron disculpas repetidas veces.
Cuando estalló la guerra civil convocó a Lincoln y a Jefferson Davis para mediar entre ellos. Como nadie compareció ordenó un alto el fuego hasta que él tomase su imperial decisión.
También empezó a acuñar moneda propia, los “Nortonitos” que se convirtió en una moneda de uso común en la Bahía de San Francisco.
El emperador se dio cuenta de que sus vecinos mexicanos necesitaban su ayuda, así que hizo el siguiente anuncio:
“Dada la incapacidad de los mexicanos de regir sus propios asuntos, yo, Norton I, asumo el papel de Protector de México”.
Norton I de EE. UU. y Protector de México murió de una apoplejía el 8 de enero de 1880, en su entierro acudieron miles de personas.