En la Roma imperial de principios de nuestra era los parricidas eran condenados a muerte utilizando un cruel sistema. Según la ley Pompeya el reo era introducido en un saco con un perro, un gato, una víbora y un mono y después era arrojado al mar.
La naturaleza de este castigo se debía a la gran importancia social que los romanos concedían a la figura del padre, el pater familias.