
La princesa Isabel, hija de Catalina I de Rusia (1684 – 1727), era muy aficionada a asistir junto con otras muchachas de la corte (sus amigas) a los bailes de la época.
Pero su verdadera afición no era el baile, sino el alcohol. Los bailes eran una buena escusa para emborracharse, el problema era que las mujeres no podían beber alcohol en las fiestas. Como no podían como mujeres, se travestían, asistiendo entonces como hombres.