La Primera Huelga de la Historia

Pese a que la creencia más extendida asegura que las primeras huelgas y manifestaciones se produjeron en la época de la I Revolución Industrial, los antiguos egipcios fueron los primeros que pusieron en práctica el derecho a manifestarse contra sus capataces para hacer valer su trabajo y conseguir mejoras laborales.

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En concreto, la primera huelga de la historia tuvo lugar hace ahora 3161 años, en noviembre del año 1152 a.C.

En ese momento los artesanos y obreros que trabajaban en la construcción de la tumba de Ramsés III en el Valle de los Reyes, se manifestaron con una huelga para protestar por el retraso en sus pagos.

Las cosas eran entonces muy diferentes y los trabajadores recibían su “salario” en especias, lo que suponía que los capataces daban a los obreros comida a cambio de su trabajo.

Sin embargo, ese mes de noviembre, la captura de las provisiones destinadas a los egipcios por parte del gobernador de Tebas, enemigo político del faraón, hizo que los trabajadores sufriesen un retraso de 18 días en la entrega de los alimentos.

Tras la consecución de aquello por lo que habían luchado, como cualquier manifestante de la actualidad, los egipcios volvieron al trabajo, finalizando la construcción de la tumba de Ramsés III, en la actualidad abierta al público para su contemplación en el Valle de los Reyes.

Enfurecidos por la situación y debilitados por el hambre, los egipcios decidieron plantarse. Interrumpieron su trabajo, abandonaron las obras y se dirigieron hacia el Rameseum, el templo funerario de Ramsés II para presentar sus quejas al faraón.

Aunque no fueron no fueron recibidos por el soberano, se sabe que los trabajadores mantuvieron negociaciones con los sacerdotes del templo y que consiguieron que les suministrasen alimentos. Su modo de proceder no fue fruto del azar.

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Los egipcios se dirigieron al templo porque allí se guardaban las reservas de alimento.

El miedo de los sacerdotes a que los egipcios irrumpiesen en el almacén por la fuerza fue, según las crónicas de la época, recogidas en un papiro que hoy se conserva en el Museo egipcio de Turín, lo que llevó a los sacerdotes a claudicar ante los obreros a los que entregaron, según las crónicas el pago que se les debía: cuatro sacos de trigo y un saco y medio de cebada.