Marco Licinio Craso (114-53 a.C.) fundó en Roma el primer cuerpo de bomberos.
Pero sus servicios estaban condicionados por una extraña norma: cuando se le notificaba que una casa estaba ardiendo, en primer lugar se la compraba al dueño y después apagaba el fuego.
Si el propietario no quería vendérsela, dejaba que la casa se quemara.