
José I de Portugal, hijo de Juan V y Mariana de Austria era “aficionado” a las corridas. Cuando iba a los toros, se pasaba la tarde inclinándose sobre el palco y desternillándose de risa.
Al embajador francés, en una de esas tardes, le sorprendió ver al rey tan contento y no dudo en preguntarle:
– A su majestad le gustan mucho los toros…
Antes de terminar la pregunta, le respondió su vecino de localidad: No señor, lo que realmente le gusta es escupir sobre los ministros que están en el palco de abajo.