El Mayor Negocio de la Edad Media, Las Especias

Aunque hoy bajo el término especias se denomina a especies herbáceas que se utilizan en muchas ocasiones como condimentos, durante siglos con esta palabra se aludía a plantas originarias del extremo oriente y de una forma más precisa a las que llegaban de las Islas Molucas, conocidas como Islas de las Especias.

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El uso de estas plantas no era sólo como condimento alimentario, sino que en ocasiones formaban parte de preparados con finalidad medicinal. Por referencias literarias de autores griegos y romanos sabemos que especias venidas de Asia estaban presentes en los lujosos banquetes de las familias más poderosas, en los ungüentos que se aplicaban tras el baño, en los perfumes más caros, en los inciensos que se quemaban en los templos o en las medicinas que recetaban sus médicos.

El prestigio de estas sustancias se ha querido explicar también por las limitaciones que en aquellos tiempos sufría Europa, que todavía no conocía ni el té ni el café ni el chocolate, ni apenas disponía de azúcar.

Si a esto le añadimos que se carecía de cualquier medio para conservar frescos los alimentos (especialmente la carne), estos se consumían en ocasiones en un estado no muy agradable para el paladar. Entiéndase lo que en estos casos suponía un poco de pimienta, clavo o canela: lo suficiente para aromatizar el producto y hacerlo comestible.

En la Edad Media el comercio de especias estaba en manos de los árabes que las compraban en la India y las transportaban hasta los puertos del Mediterráneo oriental donde se las revendían a comerciantes italianos que iniciaban su distribución por Europa.

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El negocio tenía tales dimensiones que los árabes procuraron mantener siempre a los comerciantes europeos fuera de sus rutas comerciales para evitar cualquier tipo de competencia. A su vez los comerciantes italianos mantenían el monopolio de las especias.

Las complicaciones de la ruta desde Asia, ya fuese por tierra (hay que atravesar desiertos, montañas y altas mesetas llenas de peligros) o por mar (enormes distancias, tifones, piratas, barcos no muy seguros) elevaban el precio de las especias, que pasaban además por muchas manos (y en cada paso elevaban sus precios) antes de llegar a los consumidores europeos.

Para hacerse una idea de la cotización de estos productos puede decirse que en la Edad Media un pequeño saco de pimienta valía lo que el salario de un trabajador durante toda su vida. La pimienta se contaba grano a grano y llegó a utilizarse en ocasiones como moneda o forma de pago.

La atracción por el negocio de las especias será lo que ponga en marcha los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVI cuando los portugueses intenten hacerse con este negocio buscando una ruta a “Las Indias” distinta a la que musulmanes e italianos mantenían desde hacía siglos.

Sólo con la irresistible atracción del negocio de las especias se entiende el enorme sacrificio en vidas humanas y dinero que harán las coronas de Portugal y España.

Cuando Vasco de Gama llegue a la India culminando un siglo de esfuerzos portugueses, su viaje habrá puesto en manos de su país una enorme fuente de riqueza. Pocos años antes Colón había intentado llegar a las especias viajando hacia el oeste.

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Y las especias serán también el objetivo de la expedición de Magallanes que lo intentará viajando hacia el oeste lo que llevará a la primera circunnavegación del planeta.

En las décadas siguientes se desatarán luchas por el control de este comercio: durante el siglo XVI estará bajo control portugués (España parecía entretenida con el oro y la plata de América). En el siglo XVII serán los holandeses quienes transporten las especias a los puertos europeos.

La ruta portuguesa de Vasco de Gama hará bajar inmediatamente el precio de las especias (el viaje era largo y peligroso, pero se evitaban intermediarios), aunque el negocio siguió siendo durante siglos interesante.