El Faraón del Timo de la Pirámide – Charles Ponzi

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Cuando la avaricia, la ingenuidad y la buena fe de la gente confluyen al son de una época de crisis, siempre hay algún dispuesto como Charles Ponzi (1882 – 1949) a ganarse su huequecito en la alta jerarquía de los rencores. Pues de jerarquías se trata cuando se habla de Charles K. Ponzi, italoamericano de principios del siglo XX, buscavidas nato y padre absoluto del siempre atractivo timo de la pirámide (abre tu buzón de correo, y siempre encontrarás suculentas promesas de dinero rápido haciendo pequeños desembolsos a desconocidos de todo el mundo).

Ponzi vagó por Estados Unidos y Canadá, mudó de trabajo varias veces y acabó en la cárcel por una broma financiera que le gastó un socio. Durante los tres años que pasó en la penitenciaría de St. Vicent se convenció de que EE.UU. ofrecía otras posibilidades. En 1919 recibió unos sellos desde España por valor de un centavo, que, al cambio, valían seis. Compró mil dólares y a final de mes había ganado quince mil. Así que abrió una oficina: el negocio estaba resuelto. Los inversores le proporcionarían un dinero, que él usaría para comprar sellos en España, que a su vez vendería en EE.UU. y después repartiría los beneficios.

Pero claro, Ponzi apenas compraba unos dólares en sellos, por aquello de los aranceles, y pagaba a los primeros inversores con el dinero de los segundos; a éstos, con el de los terceros y los últimos… los últimos pagaban el pastel. Con todo, le duró el chollo algunos meses, hasta que algunos inversores se dieron cuenta de la estafa y quisieron resolver las cosas como allí se resuelven casi siempre: a mamporros. Ponzi lo confesó todo y escapó de la masa enfurecida de puro milagro. La cárcel lo esperaba. Murió, según dicen, arruinado, en Río de Janeiro el año de 1949.

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