Los Reyes Católicos, hasta las narices de que sus despachos privados fueran leídos por sus personas de confianza, decidieron en 1495 crear un sistema de codificación de mensajes que sólo ellos pudieran entender.
El problema fue que el código que eligieron, convertir palabras en series de números romanos, era tan complicado que dejaron de utilizarlo por pereza.
Y para muestra un botón, escribir la preposición “en” era algo tan “sencillo” como “DCCCCLXVIIII”.