Carta de Jacqueline Kennedy a Nikita Kruschev

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Estimado Sr. Presidente del Consejo:

Desearía agradecerle su gesto de enviar al señor Mikoyan en representación suya, al entierro de mi marido.

Cuando me expresó su pésame parecía muy afectado y me sentí hondamente conmovida.

Aquel día traté de darle un mensaje para usted, pero fue un día tan terrible para mí que no supe si mis palabras hubiesen salido como yo quería.

Así, ahora, en una de las últimas noches que pasaré en la Casa Blanca, en una de las últimas cartas que escribiré utilizando el papel de la Casa Blanca , me gustaría escribirle mi mensaje.

Lo envío únicamente porque sé cuánto le preocupaba a mi marido la paz y hasta qué punto, en su mente, la relación entre usted y él ocupaba un lugar principal en este cuidado. Solía citar palabras de usted en algunos de sus discursos: “En la guerra próxima, los supervivientes envidiarán a los muertos”.

Usted y él eran adversarios, pero eran aliados en la decisión de evitar la destrucción del mundo. Sentían ustedes un mutuo respeto y eran capaces de tratar el uno con el otro. Sé que el presidente Johnson no escatimará esfuerzo para establecer con usted una relación análoga.

El peligro que inquietaba a mi marido era que la guerra fuese iniciada no tanto por los hombres importantes como por los que ocupan puestos secundarios.

Mientras que los hombres que llevan las grandes responsabilidades conocen la necesidad de dominarse y contenerse, los que ocupan los pequeños cargos ceden a veces al impulso del miedo o del orgullo. Ojalá en el futuro puedan los hombres prominentes seguir haciendo que los pequeños se sienten y dialoguen antes de enzarzarse en la lucha.

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Me consta que el presidente Johnson continuará la política en la que mi marido tenía profunda fe: una política de autodominio y moderación. Pero necesitará que usted le ayude.

Le envío esta carta porque tengo honda conciencia de la importancia de la relación que existió entre usted y mi marido, y también para agradecer la amabilidad de que tanto usted como la señora Kruschev dieron muestra en Viena.

He leído que tenía lágrimas en los ojos cuando salió de la embajada norteamericana en Moscú después de firmar en el libro de los testimonios de condolencia. Le ruego acepte mi gratitud más sincera.

Afectuosamente,

Jacqueline Kennedy

Casa Blanca, Washington, 1 de diciembre de 1963