Frases Célebres de Camilo José Cela

Camilo José Cela Trulock (Padrón, La Coruña, 11 de mayo de 1916 – Madrid, 17 de enero de 2002). Novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias, conferenciante, académico español y Premio Nobel de Literatura.

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Frases Célebres

  • Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven, en sano y arrogante joven, me parece tan insípido…
  • A siete años de un suceso, el suceso ya es otro.
  • Para escribir sólo hay que tener algo que decir.
  • Estas páginas accesorias con las que suele ser costumbre presentar las nuevas salidas de los libros, se agostan sobre la marcha y con ellas no valen vitaminas, ni testovirones, ni paños calientes.
  • ¿Para qué es oro el tiempo más que para verlo pasar acariciándolo?
  • Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro.
  • La muerte es algo tan tremendamente airado, que sólo la desnudez, la elemental desnudez, puede escindirla del ridículo.
  • Cuando las deudas no se pagan porque no se puede, lo mejor es no hablar de ellas y barajar.
  • Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen.
  • La muerte es una amarga pirueta de la que no guardan recuerdo los muertos, sino los vivos.
  • La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir.
  • La muerte llama, uno a uno, a todos los hombres y a las mujeres todas, sin olvidarse de uno solo -¡Dios, qué fatal memoria!-, y los que por ahora vamos librando, saltando de bache en bache como mariposas o gacelas, jamás llegamos a creer que fuera con nosotros, algún día, su cruel designio.
  • La duda, esa vaga nubecilla que, a veces, habita los cerebros, también puede entenderse como un regalo. Y no es -lo que queda dicho- una aseveración, ya que, sobre ella, tengo también mis dudas.
  • Lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una.
  • La filosofía del vagabundo se apoya en la no necesidad de nada y el buen talante de aceptarla sin queja alguna.
  • Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera.
  • El toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet. Es un mundo abigarrado, caricaturesco, vivísimo y entrañable el que vivimos los que, un día soñamos con ser toreros.
  • La muerte es dulce; pero su antesala, cruel.
  • En ocasiones pienso que el premio de quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano.
  • La inspiración es trabajar una buena porción de horas
  • La muerte es una amarga pirueta de la que no guardan recuerdo, sino los vivos.
  • La castidad enmohece.
  • El argot, hijo mío, es un poco ese pariente tarambana a quien todos envidian y todos fingen despreciar.
  • Una huelga de intelectuales, que es un supuesto improbable, paralizaría la marcha del mundo.
  • No hay fórmula más eficaz para que una idea germine, que la de bañarla en sangre o cerrarla bajo siete llaves.
  • Las mujeres están para ser gustadas. Después, unas se dejan, otras no… Eso ya va por provincias.
  • La historia tiene ya el número de páginas suficientes para enseñarnos dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política (contra todas las apariencias) fue tejida por los políticos, meros catalizadores de la inercia
  • Veo a la sociedad española actual sucia, revuelta, poco digna con mucha frecuencia. Corremos el peligro de convertirnos en una especie de batiburrillo.
  • Cuando viajo, lo que más me interesa es la gente, porque sólo hablando con ella se conoce el ambiente.
  • Vivimos en la dictadura del funcionario, que no defiende la idea sino la nómina; lo que siempre da mayores arrestos.
  • Para escribir sólo hay que tener algo que decir.
  • El humor es la gran coraza con la que uno se defiende en este valle de lágrimas.
  • Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven, en sano y arrogante joven, me parece tan insípido…
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