Carta de Carlos VII a Alfonso XII

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A mi primo Alfonso:

La actitud del presidente de la República de los Estados Unidos puede estimarse como preludio de una guerra sino reconoces la independencia de Cuba.

De que España haya llegado a tal ignominia responde la Revolución que representas: sin ella no hubiera nacido esa rebelión parricida.

Reinando yo jamás alcanzará fuerzas: y que el legítimo derecho del que manda es el único que puede reformar sin imposiciones, ceder sin mengua, refrenar sin ira, gobernar sin pasión.

Pero se trata de la integridad de la patria, y todos sus hijos deben defenderla: que cuando la Patria peligra desaparecen los partidos: sólo quedan españoles.

Si la guerra llega a estallar, te ofrezco una tregua por el tiempo que dure la lucha contra los Estados Unidos. Pero entiéndase bien que la única causa de la tregua que te propongo es la guerra extranjera y que mantengo incólumes mis derechos a la Corona, como la seguridad de ceñirla.

Más allá de los mares carezco de territorio que dominen mis armas, y no puedo mandar a Cuba mis leales voluntarios; pero defenderé estas provincias y el litoral cantábrico; armaré en corso a los indómitos hijos de estas costas, donde nacieron Elcano, Legazpi y Churruca; perseguiré el comercio marítimo de nuestros enemigos, buscándoles quizá hasta en sus mismos puertos.

En el caso de guerra extranjera: ¿aceptas la tregua que te ofrezco? Nombremos entonces nuestros representantes que la regularicen. ¿La desechas? Será testigo el mundo de que la España católica ha cumplido hidalgamente con su deber.

¿Prefieres demandarla al enemigo que te amenaza? Humíllate en buena hora; quizá alcances respiro momentáneo, pero en breve te suscitará buscados conflictos y se perderá Cuba para la Patria, quedándote la deshonra de haberte humillado y la vergüenza de haberte humillado inútilmente.

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Tu primo

Carlos.